Alfarería

San Felipe, Gto.

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La familia Espinosa siempre tuvo presente y les transmitió a todos sus miembros que en 1792 estuvo por más de 10 años, Don Miguel Hidalgo y Costilla, en la Villa de San Felipe y les enseño este oficio de la alfarería a todo el pueblo, ya que el “Padre de la Patria”, tenía en mente construir una escuela de artes y oficios en la Nueva España, en especial en san Felipe, ya que se contaba con grandes suelos de arcilla y tenían la fortuna de que, el mismo les enseñaría este oficio ya que era el encargado del curato parroquial, y construirían sus propias casas y capillas, así es como, se hizo un pueblo alfarero.

En la casa Hidalgo de San Felipe cursa el taller de Alfarería, su abuelo Simón Guerrero de él heredan la tradición, su padres  J. Isabel Espinoza Guerrero Hernández y su madre Apolonia Guerrero, también de oficio, Don Pedro Espinoza Guerrero de 69 años originario de San Felipe Torres Mochas, como se le conoce a este hermoso y pintoresco pueblo, con asombro puede admirarse el esplendido valle, que divide la Sierra de Guanajuato de la Sierra Gorga,  una gran postal del poblado, con frondosos pinos y encinos, sus calle y casonas que te dan la bienvenida, todas estas piezas de barro, que lucen es las afueras de las casas te transportan a la provincia del norte de Guanajuato de gran tradición y magia .

Desde siempre recuerda que se dedicaron a la alfarería su padre les enseño a realizar inicialmente los jarros y sus hermanas realizaban las salsera, los platos, cazuelas, cacitos, porque no les enseñaron a ellas a realizar los jarros, por que no sabían hacer los golletes de los jarros, solo los hombres realizaban los jarros.

Había muchos alfareros pero casi todos hacían, el mismo diseño realizaban el mismo jarro, no había ninguna distinción, su papá no, cuando su papá empezó a ser distintas  formas, por eso se distinguió de los demás, y su trabajo era de los mas socorridos, era mucha la alfarería que se trabajaba salían muchos camiones enteros de pura alfarería, toda la loza la repartían en México, Querétaro, Guanajuato e Irapuato venían a comprarles, de Salamanca, San Luis Potosí, Monterrey pero entonces había artos alfareros.

Sus padres se conocen en el trabajo, su papá antes de convertirse en alfarero era pion, tuvieron 13 hijos, solo quedan cuatro hermanos, María Magdalena, Lorenza, Apolonia, José y + Pantaleón  de los cuales todos se dedicaron a la alfarería, pero cinco con mayor empeño, entre ellos el, su infancia de Don Pedro, cuando iba al escuela, se enseño poco porque no lo dejaban ir, por el trabajo que llevaba en su casa, era mejor que él estuviera ayudando a su papa, realizando en el patio, jarros para meterlos al horno, una vez le dijo la maestra: que llegaban muy tarde, y a don Pedro no le gustaba que lo regañaran, porque lo regañaban en la escuela y en su casa por llegar tarde, ¡que apoco era la hora de salir!, le decía su papá. 

En el año de 1960 se llevo a cabo la última exposición organizada por el SR. Cura y el Sacerdote llamado Francisco Javier Martínez año en el que el padre de Don Pedro Espinoza recibió un diploma que acreditaba haber ganado el primer lugar por superar la fabricación de sus piezas artesanales que eran distintas a las demás.

De pequeño él veía en el jardín, a los más destacados alfareros, “uno le echaba ganas de aprender, pero no se me quedaba nada, pero a mí me entraba, por un lado y le salía por otro, yo veía a los niños que les daban su reconocimiento, y yo decía cuando me saco uno de esos, yo pensaba entre mi verdad, no pos cuando”.

El recuerda que a su padre, le encargaron una vajilla completa pero él no sabía, si le quedaría tal y como se la habían pedido, cuando termino la vajilla y el comprador vio que le quedo tal y como se la pidió, su papa empezó a impulsar las técnicas que le había dejado realizar esta vajilla, muy bien hecha y de colores que le gustaba, lo empezó a promover en el municipio, “yo le decía le ayudo y él decía ándale”, porque había papas que no les permitían a los hijos que les ayudaran, porque se les desbarataban las piezas, “yo le decía que me enseñara y él me dijo  que si, ven para que me ayudes, te vayas enseñando, pegando y pegando, me enseñe hacer las piezas de barro y las vajillas”. 

Su padre  empezó a realizar pruebas y es como nace el chorreado, esta técnica colorida única en el país que solo la familia Espinoza realiza y que identifica a san Felipe, en su alfarería, empezaron a realizar los colores y a matizarlos uno con otro, quemándose en hornos de leña y luego de gas, con su diferencia que las de gas quedan más bonitas, porque salen todas limpiecitas y parejitas, porque esas no van pegadas unas con otras y en el de leña son un amontonadero, se van metiendo empalmadas y cuando las saca por mucho que las saque con cuidado salen pegostiosas,  derretidas y se manchan, su padre obtiene su primer reconocimiento y dijo “si mi papá saco uno yo voy a sacar otro” y en el siguiente año participamos los dos obteniendo los primeros lugares; con los premios, le compraba los vestidos a su hija, porque la presentaba en el teatro del pueblo, cuando era la feria de San Miguel, cada año esperaban con ansia  el reconocimiento para que disfrutara con su hija y su esposa ese momento juntos.

Teniendo 59 años trabajando la alfarería, nos platica como se realiza el chorreado, se aplica la “greta”, que es el color y  brillo, con el fuego van desbaratándose, realizando todas sus piezas a mano, nunca utilizo el torno, todo a mano le decían los mismos alfareros, vamos ir un día a verte como trabajas en el torno y les comento todo lo hago a mano y no le querían creer. De los procesos de la alfarería, el que más le gusta a Don Pedro es realizar las piezas, donde el disfruta creando y asombrándose de lo que hace; porque la quemada no, le es muy  dura, puro fuego rojo, mucho calor de tres horas, a descargar, pura lumbre puro calor, con el sudor entre los ojos y le calaba mucho, que hasta le hacía llorar, en la de leña no, porque en la de gas se descarga hasta otro día.

En su casa tiene su propio taller, es conocido en todo san Felipe, con el sonido de los pájaros que tiene en la entrada, al fondo se encuentra el espacio creativo donde Don Pedro realiza las piezas que el mismo diseña sin molde y el patio donde es mayor el trabajo a realizar,  se trabaja desde el recibir la arcilla, prepararla, acomodando  piezas, colocándolas en lugares estratégicos para su secado y el horno donde jaguetean, en el centro del patio, se localiza el horno grande donde se queman las piezas a gran cantidad, en el se han cocido de todo tipo de tamaños, colores y formas, rodeado por un par mas de hornos, que fueron de los primeros  que su familia utilizo, todo un día para la quema y un cuarto en el cual almacenan todo lo terminado para su venta.

Lo que realiza Don Pedro primero, al empezar el día es tener listo su arcilla que la trae de la presa de los chilitos, anteriormente la transportaba en carreta jalada por mulas, ahora ya se la traen hasta su casa, después lo apalean para desboronar y tener un polvo fino, se pone a remojar hasta formar una masa y se amasa, se le da la forma en una tabla y se le pone un poco de polvo de piedra pómez para que no se pegue y con una palita se va cerrando para darle la forma y se le coloca a parte la tirita de barro, y se va componiendo con un pedazo de cuero de zapato, los mira que estén de igual forma y se dejan oreando, hasta otro día se seca, se mete al horno para sancocharlas o se jaguetean, y después se le coloca el esmalte, se ponen en el horno de leña y a cocerse mirando la magia del fuego y la tierra que se convierte en una pieza única realizada totalmente a mano y con el corazón de la tradición de esta gran familia alfarera.

Sus primeras piezas las empezó a vender en los tianguis que se hacían en la calle y en las ferias como la de León, la feria de las fresas donde era el primero en acomodar su lugar que le correspondía y la gente al ver las piezas que iba sacando le iban comprando, era de los primeros que acababa, aun sin terminar la feria, se daba el gusto de pasear por la feria y  regresar a su pueblo sin ollas, al llegar les platicaba a sus hermanas como le había ido y a demás de las ganancias la satisfacción que le quedaba, que a la gente le gustaran sus piezas y ponerse a trabajar para las próximas ferias.

Le empezaron hacer pedidos  grandes, los cuales los trabajaba conjunto con sus hermanas que era, mas rápido sacaban el trabajo, unos diseñaban los otros trabajaban el barro y solo Don Pedro era el que se quedaba a quemar las piezas ya que se levantaba desde muy temprano para poder terminar con toda la quema, iba terminando  de noche, pero de pensar de cómo quedarían las piezas no dormía así que se levantaba temprano para ver las piezas y seguir trabajando en los demás pedidos que sus vecinos y conocidos le hacían para las fiestas como recuerditos, macetas grandes, ollas y vajillas, que todo lo que le mandaban hacer les gustaba.

Lo que más le gusta “es hacer la artesanía, porque ahí usted tiene la mente clavada en aquella cosa, que está haciendo, porque es su vida, porque ahí le entretiene el alma yo creo, de uno mismo porque…ahí le pone la mentalidad y todo, porque usted dice como quedara este, si le pongo este va a quedar de este modo y si le pongo este otro, queda de otro, ya queda diferente”. Siempre pensando en cómo realizar la pieza, qué llamara la atención porque la gente es lo que ve en esa pieza, muy bonita la alfarería. 

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