Cestería

Tierra Blanca, Gto.

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“Hermelindo con hache, Hermelindo García García es mi nombre” así se presenta “Don Lindo”, como le llaman con cariño las personas que lo conocen bien, excepcional tejedor de canasta de carrizo, y quien además hace honor a su nombre, este anciano oriundo de la Congregación Indígena Otomí de San Ildefonso Cieneguilla, que nace en el año de 1936, irradia dulzura, ternura y sabiduría llegando indiscutiblemente a pensar que es una “linda” persona, lo encuentro a sus setenta y cinco años sentado sobre una piedra negra, lisa por el uso, de aproximadamente 20 centímetros de largo por cinco de altura, bajo un techo de carrizo improvisado para cubrirlo del sol, trabajando y preparando palmas y varas de carrizo para tejer una canasta, a dos metros de distancia su esposa, Zenaida García Gutiérrez se dedica a la misma labor.

Sus padres también eran originarios de Cieneguilla “Sí, pero es otro rancho, como dice la canción de un rancho a otro, mi papa era de otro rancho, le llamaban El Doctor al ranchito y mi mama sí era de aquí, mi papá se llamaba Sixto García y mi mamá María Casia García”. De sus hermanos nos comenta que “Se murieron parece que dos, así me conto mi mamá y ahorita somos tres.

Don Lindo procede de una familia de tejedores, su padre fue tejedor de sombrero de palma, material que en los últimos años ha escaseado en la región[1]: “Aprendí por un tío que tenía, él si sabía, mi padre no, él tejía sombrero, hacia la trencilla de palma y tenía su molde así de grande donde metía la copita y lo planchaba con esta piedra, ire, [muestra una piedra lisa, brillante de aproximadamente doce centímetros de largo por cinco de altura] esta me la dejo de herencia, cuántos años duraría con él, quién sabe, yo tengo más de 50 años con esta piedra, empecé a trabajar como a los 25 años. En el mercado había unos tazcales tejidos de carrizo, pero era otro carrizo más suave, quién sabe de dónde los traerían, no era como éste que es más macizo, aquél es más suave, ta macizo pero es más suave, le llaman el carricillo, quién sabe dónde lo habrá, por Querétaro parece que hay, es más suave que éste, porque éste solo tierno es más suave para arreglar nuestras canastas, nosotros culpamos a la bolsa de plástico de que ya no se vende la canasta, por eso los muchachos ya no quieren trabajarla, porque no se vende”.

Don Lindo, como todos los niños de esa región, creció entre la obligación y el trabajo, teniendo poco tiempo para el juego y la diversión, aún así recuerda que por las tardes, al regreso de pastorear los chivos y borregas: “nos salíamos a la calle, por ahí nos juntábanos los vecinos, éramos poquitos , ahora ya hay más, nos salíamos por allá hasta unos doscientos metros de lejos porque ahí era monte, no estaba la calle y ahí jugaba yo con carritos, hacíamos carritos de órgano [tipo de cactus] como ese que está ahí, le metía unos trocitos del mismo órgano y le hacíamos sus llantas y con el cuchillo le marcábamos en las ruedas para que cuando caminara se viera en la tierra y luego hacíamos trompos con palo de mezquite y le hacíamos su cuerda con ixtle de maguey lo torcíamos y quedaba la cuerdita y le dejábanos su puntita con un clavo”.

“Con pencas de ese maguey [señala a su izquierda un maguey grande y viejo] hacíamos nuestros calzados, pero nomas nos duraban un rato, es que andábamos descalzos, porque ya al rato se desbarataba, la misma fuerza de andar de allá paca, cuidábamos el ganado, borregas y chivos, y yo me iba a pastorearlas, y me iba acabando de comer una gordita, y ya hasta la tarde llegábamos, luego a veces nos íbamos hasta donde esta allá aquel cerro, con un calzón mocho, no había ropa, mi mamá me hacia el calzón de manta, la mercaba de metros”

“Tenía que llegar del monte con un arpero así de leña [abre y extiende sus brazos para mostrar el volumen de la carga] para dárselo a mi mamá, para que nos diera de comer al otro día o la misma tarde, ya encerraba mi ganado y me iba a jugar, fui creciendo y ya de los 18 años me suscribí para dar mi servicio militar, todos los domingos de un año, un domingo que faltaba el instructor nos cobraba y por no tener para pagar es que no faltábamos y compramos unas bancas para el jardín que son de granito y allí están todavía en Tierra Blanca, en cinco domingos pagamos las bancas, nos pidieron $25.00 pesos, dimos $5.00 pesos cada domingo y la banca dice los conscriptos de 1936 quedó de recuerdo y la cancha que esta de este lado los domingos la trabajamos carreamos piedras y arena y la hicimos, en el jardín igual, porque no estaba pavimentado, no tenia banquetas ni plantas, sus plantas eran de alcanfor, había eucaliptos grandes, los tumbaron ya”

“Estudie con una maestra que vino de Tierra Blanca, era una señora, no había maestras en ese entonces, pero ya después se fue y ya no vino, había un señor que se llamaba Lucio González, que vivía aquí abajo, había unos libros grandes como de 50 hojas que le llamaban cartilla y se los dieron para que nos diera la Historia, él estaba sentado ahí trabajando sus carrizos y nosotros sentados por un lado para recibir el estudio, él sabía leer, yo aprendí poquito, después vinieron unas Madres que trajo un Padre de Tierra Blanca, pero Tierra Blanca no los consintió, los corrió, y de allá vinieron dos [religiosas] aquí a darnos clase, nuestro delegado los iba a trair y a dejar, en un burro, porque no había carro, no había caminos y nos dieron clase hasta tercero, hasta tercero llegue porque no había maestros para cumplir la primaria”.

Don Lindo creció ayudando a su familia en el pastoreo de animales, actividad muy cotidiana entre los habitantes de la Congregación, además aunque no aprendió a tejer la palma, observaba como se tejía el carrizo, y poco a poco esta observación hizo que aprendiera a tejer. Empezó labrando el carrizo es decir, limpiando muy bien las cañas, quitando las hojas que lo cubren, cortando a lo largo, raspando y quitando toda la pulpa que pudiese tener.

Dentro de la gran variedad de artículos tejidos de carrizo los diseños y tamaños pueden varias desde la elaboración de una lámpara, un ropero, una miniatura o una canasta, por mencionar algunos, y cada uno es una pieza única nacida del gusto e inspiración del tejedor, varían en forma, tamaño y color dependiendo del uso para el se ha destinado, la familia de Don Lindo se distingue por ser de las pocas familias en tejer actualmente la canasta de corazón y el buen acabado y resistencia que éstas tienen, ya sea para uso cotidiano o ceremonial, ésta canasta se distingue entre las demás al tener un mayor número de palmas formando la estrella del fondo, reforzando al centro con un círculo cerrado de tiras muy delgadas de aproximadamente dos centímetros de espesor, fuertemente ajustadas y unidas milimétricamente, dejan un espacio donde se aprecia la palma o estrella central y se inicia el tejido nuevamente con las tiras continuando y dando forma a la base redonda de la canasta.

“Es como esto ire, le puede echar las moneditas y no se le caen, cualquier canasta puede ser para la ceremonia, el corazón es este cerradito que tiene aquí, ( muestra el fondo de una canasta donde se ve un tejido redondo al centro y otro más abierto a unos centímetros de distancia) son más resistentes, yo tengo mi idea de que no los puedo engañar, siempre trato de hacerlos mejor, pero vale más que los demás mi trabajo, los demás trabajan más recio y hacen más piezas, pero se los pagan más barato, pero yo trato de hacerlo siempre mejor, yo no tejo otra cosa, nada mas el carrizo”

Nos comenta que hace algunos años salió del municipio en busca de mejoras económicas para el sustento de su familia: “Cuando me case sí, me fui a México y trabajaba de chalan con los albañiles, teníamos que seguir al albañil de aquí para que nos diera trabajo, lo más que duraba era un mes o dos meses, me iba yo solo, la señora aquí se quedaba”

Don Lindo y su esposa procrearon doce hijos: “ siete mujeres y cinco hombres” pensando que éste es el oficio principal de la familia le pregunto si alguno de sus hijos se dedica a ésta actividad: “Pos unos y otros no, el mayor si aprendió pero dijo con esto no voy a poder mantener a mi familia y mejor se fue, ya de chico cumplió su primaria y se fue a Nayarit a trabajar a cortar jitomates, de doce años, ya de más grande se fue a empacar, ahora vive en Querétaro con otros dos, los demás están aquí, a cada uno le dimos su pedacito de tierra, luego me fui cerca a cortar cempasúchil, a Nayarit como dos veces, a cosechar maíz, la canasta la tejo hace más de cincuenta años, ya que no salgo me pongo a tejer, hacia dos canastitas y me iba a vender a Tierra Blanca, regresaba en la noche y a dar para comer, con tanto hijo que Dios me dio. Me gusta mucho tejer canasta, me encanta, porque me ha dado mi vida y he sacado adelante a mi familia, le he dado estudios a los últimos, todos los días tejo canasta, raro es el día que no tejo, participo en los concursos, yo fui el primero que ganaba el primer lugar, me gusta hacerlo bien para que le dure a la gente, esto de aquí todas chiquitas y grandes dobla esto de aquí aunque le eche lo pesado le aguanta, ( muestra la agarradera de la canasta que atraviesa hasta llegar a la base) y algunos lo hacen a la mitad y al rato con el peso se zafa, las herramientas que uso es mi piedra que me heredaron y la piedra en que me siento también tiene sus años, y esta es para darle filo a la cuchilla, (muestra una lima de afilar de quince por quince centímetros y tres de altura)este lo compre yo, ya me acabe una de tanto tallar, y la cuchilla ya vale a cien y no lo hay, nos los traen de Monterrey unos muchachos”

Una de las principales características de la región Noreste del estado de Guanajuato es el constante intercambio comercial que desde principios del siglo XX y hasta la fecha continua, aunque en tiempos pasados la falta de caminos y transportes dificultaba la venta y distribución de sus productos, no los detenía el hecho de trasladarse caminando o en burro quienes tuvieran acceso a él: “De Charcas, a Doctor Mora, íbamos un día bien andado, a las dos de la mañana, y de allí traiba uno su mandado, cargado, caminando, el que tenía burro lo llevaba, a veces me llevaba a mi señora, criábamos gallinas y no nos comíamos los huevos para venderlos, las primeras canastas a 25 centavos las vendía, el maíz valía a 3 o 4 centavos, eran cuartillos ahora son de kilo, al día tejía 4 canastas sin ribetear,( acabado de la parte superior) me echaba otro día para arreglarlas, poníamos el petróleo para alumbrar y trabajar en la noche, en la mañana acabábamos porque estaba fuerte el humo del petróleo, nosotros sufrimos pero nuestros padres sufrieron más, no había que comer aquí, onde había era para la sierra, para allá se fue la gente de aquí, y luego la guerra encima, en el año de 1917, mi papa aquí estuvo en la Revolución, había montes tupidos y se escondían, llovía mucho, no sé porque no había que comer si llovía, el monte no estaba libre como ahorita, había los del cerro, los cristeros, los de gobierno, pienso que los cristeros iban defendiendo los sacerdotes, había un señor que dice que mato un Padre, pero al que mato el Padre también lo mataron, cerraron las iglesias, los Padres se escondían como la gente en el cerro y allí se casaban, se confesaban en el cerro, no estaban seguros en el pueblo, en su casa, eso me platico mi papa, el gobierno no venía a molestar a la gente porque él era delegado, dice que le preguntaba el gobierno “¿Qué es de tu gente?” “ pos se fue, corrió, tienen miedo a los soldados que vienen ahí,” “pos ve a trairlos porque voy a necesitar pastura pa los caballos”, y ya se iba a trair la gente pero de todos modos los molestaba el gobierno, y al que encontraban le decían “!quien vive¡” ya con la arma, ya cortando cartucho, pues el otro le respondía “pos vive la chinga” dijo “porque dices así?” le dijo “ha” dice “porque vienen ustedes nos chingan, vienen los del cerro nos chingan” palabras rectas, “si cierto” dijo, “anda ve dile a la gente que venga pa que nos traiga pastura para nuestros caballos”, aquí en Cieneguilla sitiaron el atrio y comieron varios días, el gobierno, dice que estaba muy feo, y si colgaban alguno decían “y naiden lo descuelgue porque le va igual” y allí se quedaba hasta que se acababa, se lo acababa el tiempo”.

La canasta forma una parte importante en sus ceremonias, tradiciones y costumbres : “Por ejemplo ahorita que viene el día doce, se pone en el súchil, en las mayordomías, y arriba se le ponen las canastas chiquitas, antes se le ponía pura tortilla, ahora le ponen fruta, cañas, galletas, panes, adentro de la iglesia va esta, la almuercera, no se le pone nada adentro, se adorna con papelitos, se le pone canasta porque así lo inventaron los otros mayordomos, antes se ponían nada más aritos y de allí se colgaban las bandas que son de género y color de la ropa de la imagen, me encargan cuatro docenas o depende de sus bolsillos y cuatro almuerceras”.

El proceso de elaboración de una canasta es laborioso y complejo, para hacer cualquier pieza de carrizo, se tienen que seleccionarlas cañas, separar por tamaños, limpiar, cortar, :“Estas tiras se llaman palmas ( tiras de carrizo de 2 a 3 centímetros de ancho por 50 a 60 cm. aproximadamente de largo que van formando un circulo grande) y estas varas(tiras muy delgadas a lo largo de todo un carrizo de 3 metros aproximadamente,) ya cuando se juntan las palmas se le va haciendo el corazón, se le hace primero (circulo interno hecho de 4 o 5 vueltas de vara en la base de la canasta) y después se pone el otro, ya cuando este arreglado el centro se dobla la palma y se va tejiendo con varas para arriba, se le hace el rivecillo (parte superior de la canasta tejida hacia adentro dando el acabado) y el cordoncito (adorno que va en la parte baja del rivecillo) que está en la parte baja del ribete, este se llama colotito (muestra un canasto pequeño) pa las tortillas, el colote no debe quedar sin tortillas en la fiesta, la señora en la fiesta las hace sin ningún pago y siempre quedan cuatro tortillas o más para que siempre haya comida, he oído decir que la canasta siempre debe de tener tortilla porque es el alimento de uno”.

En la búsqueda incansable del sostén familiar, debido a la escasa venta de canasta, Don Lindo, como nos ha platicado, ha tenido diversos trabajos dentro y fuera de su comunidad: “En una ocasión me ocuparon de jardinero en Cieneguilla y yo mismo me subía a vaciar mis tambos a la basura y me resbale, me caí, me lastime el brazo y no podía tejer, me fui a curar al Chapulín con un huesero y no me compuso, después fui a Fracción del Cano, a Tierra Blanca ese me puso una plancha de lechuguilla machucada y me la vendo, estaba caliente porque estaba asado, y allí me quede porque iba a llover y ya al otro día me fui a mi casa, después nos fuimos a ver a otro que soba también y me puso vapor de agua caliente y nos bañamos de sudor y nos saco y me sobo y con ese si me compuse más o menos, los doctores me decían que me iban a operar porque me golpie los riñones, ese es el golpe más duro que me di”.

El matrimonio de Don Lindo y Doña Zenaida cumplió cincuenta años de unión el año pasado, al verlos trabajar juntos en la quietud que rodea su casita, se da uno cuenta que los lazos que han tejido durante tantos años, son tan fuertes como la canasta que trabaja y han prevalecido toda la vida.

“Cuando encontré mi señora, quedamos que nos íbamos a casar y con eso que no había los recursos para podernos arreglar, duramos 4 años de novios, a los veinte la halle y la los 24 me case con ella, nos casamos en Tierra Blanca, al año de casados tuvimos el hijo mayor, nos casó un Padre que se llamaba Juan Navarro y un señor que estaba de civilero Inocencio Hernández Botello, también ya murió, nos aprendimos la oraciones de las doctrinas grandes en los 15 días de las amonestaciones, el padrecito ya estaba ancianito y le llevamos a entregar las oraciones pero se quedaba dormido y nos hacía rezarlas de vuelta, pero ya no nos acordamos de la oraciones ya de casado con las obligaciones a uno se le olvida”.

Con su esposa tratan de recordar las oraciones así como el día de su boda, la comida primero en la casa de Doña Zenaida para continuar luego en casa de Don Lindo, “se acabó la comida y hasta allí” recuerda Doña Zenaida que se casó con sus huaraches, su vestido nuevo y su rebozo, Don Lindo nos comenta que su mayor ilusión hubiera sido tener un festejo de sus felices cincuenta años de matrimonio.

Don Lindo se ha distinguido en la región por el excelente trabajo de su canasta, es ganador de premios en concursos Estatales en el estado de Guanajuato y como el mismo dice “no le gusta engañar a la gente”, pone toda su atención y conocimiento a cada lazada que va tejiendo al ir tramando su canasta mientras platica y recuerda, nos damos cuenta de la sencillez y el gran valor que tiene como ser humano al reconocer que la vida fue más dura para sus padres que para él y al querer reconocer a su compañera de toda una vida con un festejo de cincuenta años de feliz unión.


[1] La palma es un material que ya no se consiguen en Tierra Blanca, si se teje algún artículo con esta fibra procede de san Luis Potosí o algún municipio del Noreste del estado de Guanajuato.

 

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