Por Melissa Espinosa

León, Gto. Con una tradición de más de 100 años, el Bar Báltico se enfrenta a la que quizá será la más severa crisis por la que haya atravesado tan popular establecimiento y el personal que ahí labora. Tras 8 meses de pandemia, como muchos comercios en León, se encuentra en la cuerda floja, ante un inminente cambio de semáforo de vuelta a rojo.

Foto; Mario Armas

Así lo cuenta Hugo Espinoza, empleado y todólogo del Báltico, mientras Don Librado Pedroza, el propietario, espera paciente en la barra la llegada de nuevos comensales. El Bar opera desde octubre con una tercera parte de su capacidad, las y mesas clausuradas con cinta amarilla hacen parecer pequeñas escenas de crimen.

El establecimiento, ubicado en el corazón León, entre las calles Juan Valle y 5 de Febrero, cerró sus puertas desde los últimos días de febrero, cuando Don Librado, un tipo informado, vio venir lo que se avecinaba en México y decidió descansar a su personal, incluso antes de que mundialmente fuera decretado el estado de emergencia sanitaria.

“Nosotros cerramos 22 días antes de que se declarara la emergencia sanitaria en México,, al dueño le gusta ver las noticias y él se dejó guiar por eso, cada vez que veías el periódico todo era malo, él empieza a hacer conjeturas y dijo que todo se venía feo, el negocio se empezó a quedar solo la segunda semana de febrero, justo un sábado a las 8 de la noche, él decidió cerrar, hasta se quedó la botana.”

Foto: Mario Armas

Después de 7 meses sin servicio y en paro de labores, el cambio a semáforo amarillo permitió que establecimientos de venta de alcohol abrieran sus puertas. La pericia de ahorrar de Don Librado mantuvo el lugar durante el largo periodo de cierre, apenas para pagar renta, servicios y tres quincenas de salarios para el personal.

Sobrevivir durante el cierre fue difícil, cuenta Hugo Espinoza. El periodo que inicialmente sería de unas cuantas semanas, se extendió mucho más de lo esperado, y el mes y medio de salarios que se previó fue, definitivamente insuficiente para lo que vino después de marzo.

Sin embargo, un nuevo cierre, propiciado por el retroceso en el semáforo para la reactivación, representaría un golpe bajo para el Báltico ya reducida plantilla de personal de diez personas. Después de cerca de dos meses laborado, el panorama parece desolador, pues las restricciones a los establecimientos son severas, y son pocos los lugares que las siguen al pie de la letra.

Foto: Mario Armas

“Estuve 7 meses cerrado, soy gato de mi trabajo, si no hay gente aquí yo no como, mi familia no come, apenas estoy empezando a volar y ya me cortan las alas”, declaró Hugo.

Ver a otros negocios cerrar sus puertas de manera definitiva, también ha sido difícil para quienes se dedican al rubro. En este sentido, Hugo pone su grano de arena y mantiene ese contacto familiar con los clientes, sello indiscutible de Báltico, además del exquisito chamorro y la sopa de médula.

“Me he dado la tarea de tener contacto con los clientes para que promuevan el bar y las medidas de salud que tenemos, que lo hagan en sus redes o que dejen un comentario en las redes del Báltico.”

Este diciembre, las reuniones de fin de año que en mejores tiempos acogió el Báltico no tendrán cabida por la reducción del aforo, lo que representaría una mala racha para Hugo y compañía, al ser una de las mejores épocas de venta en el lugar.

Foto: Mario Armas

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