Mascarería
León, Gto.
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A Baltasar González Morales, escultor y realizador de máscaras en madera, desde niño le gustó el olor de la madera, por eso a muy temprana edad estuvo cerca de un señor que hacía trompos de madera de forma artesanal, así percibir el olor de la madera recién cortada. Este gusto por estilizar la madera lo explicó con una tímida sonrisa en su rostro que contrastaba con la seguridad que dictaban sus palabras:
No sé ni cómo aprendí esa habilidad […] siento que viene desde bisabuelo, abuelo, porque mi apá [sic] siempre nos contó eso, ellos trabajan el yugo, el arado, tablear puertas de mezquite con sardina de sierra, para mí lo curioso fue que nosotros [los 5 hermanos] aprendimos el arte pero en la escultura humana […] es algo que uno ya trae.
Si bien nunca tuvo una educación artística formal, aprendió el oficio gracias a las enseñanzas de su padre, también observando el cuerpo humano, la naturaleza y analizando el trabajo de otros escultores, el contacto con el taller de restauración de arte de Huentitán el Alto, Guadalajara, le ha permitido aprender otras técnicas, detallados y pinturas:
Yo mismo fui haciendo mi escuela, al pasito y fijándome en los movimientos de las personas vivas, así me he ido orientando, pos [sic] gracias a Dios que nos ha ayudado a querer aprender.
A sus 45 años, siente un profundo orgullo por su oficio, pues es una actividad en la que ha encontrado constantes retos, el gusto por hacerlo se sobrepone al cansancio físico, pero principalmente, le ha permitido mantener a su familia y darle estudios a sus hijos:
A mí no se me dificulta nada, todo lo hago, puedo copiar cualquier figura que me digan […] Al pasito aquí sufriéndole si sale para comer.
Del mismo modo le enorgullece el legado que le dejó su padre, don Timoteo Gutiérrez Castillo, quien aprendió el arte de trabajar en madera a los 40 años de edad, siendo de oficio albañil; encontró en la escultura un arte que inculcar a sus hijos, así fomentarles un oficio que les permitiera obtener algunos ingresos, además de crear el espacio para compartir sus experiencias, valores y conocimientos.
Baltasar recuerda que en una ocasión, siendo un niño, esperó a su padre que llegaba de las pastorelas que se realizan en Abasolo, era cerca de las dos de la mañana y había guardado un pedazo de madera para pedirle a su padre que le hiciera una mascarita, éste se negó a hacerla argumentando estar muy cansado, después de mucho insistir el sueño terminó por vencer al niño, pero cuál fue su sorpresa que al despertar tenía la mascarita en miniatura al lado de su cama:
Mi niñez fue sufrida pero bonita […] antes la gente tenía más temor, más cultura, aunque no tuviera escuela […] yo nunca he tenido un apoyo, beca para mis hijos, me he desvelado para sacarlos adelante porque sí quise darles aunque sea poquito estudio.
Con similar dedicación, Baltasar ha desempeñado de tiempo completo la talla en madera desde hace 16 años, decidiendo con ello llevar una vida tranquila, sin presiones ni mayores aspiraciones que perfeccionar su técnica; asegura llevar una vida de trabajo constante, con espacios para la convivencia y labores familiares, forjando cada día su carácter a partir de un oficio que requiere paciencia, minuciosidad, observación de la naturaleza y de la anatomía humana:
Este tipo de trabajo a mí siempre me gustó, puedo estar cansadísimo pero a mí esto no me enfada, me gusta mi trabajo y trato de desempeñarlo lo mejor que puedo, este trabajo me agrada, fuera como mi alimento, que a mucha honra me mantiene, pero esto me fortalece […] me satisface mi trabajo.
Entre otras cosas, la escultura alejó a Baltasar del rudo trabajo en los hornos de ladrillo y de migrar a Estados Unidos, actividades que suelen ser comunes en la comunidad de Las Margaritas, Abasolo, Guanajuato, donde prácticamente ha vivido todo el tiempo:
Yo andaba en el ladrillo desde muy chico, empecé en la ladrillera como a los 10 ó 12 años, cuando no podía con el trabajo me acomedía y me le pegaba a alguna persona para llenar las cubetas de lodo, raspar los ladrillo, levantarlos, remojarlos, a recoger piedras, cuando es uno niño, ya cuando va pudiendo uno hace ladrillo. Es un trabajo pesado que a la larga va a destruir más mi cuerpo[…] aquí [en la escultura] me cansaba menos […] cuando yo empecé a agarrar este trabajo fue porque yo empecé a ver que al pasito los trabajos que me encargaban me convenía poquito más, no trabajaba menos, pero no es lo mismo.
En 1990 me fui a los Estados Unidos, ya me había ido en 1989, duré 5 meses por allá […] como decimos aquí está el norte, la cosa es que queramos, las personas que se van allá o se descomponen o sufren [… ] yo en el noventa apenas empezaba […] me fui a hacer allá ladrillo […] me fui a Tecate, Baja California […] allá me asistieron para hacer ladrillo, ganaba poquito más que aquí […] la persona que sale es para puro batallar […]me quedé en mi tierra para querer tener algo, lograr algo, de la forma que sea, que conozcan mi trabajo, sembrarlo para mis hijos, como lo hizo mi papá.
De acuerdo con Baltasar, para sus colegas resulta sorprendente que sólo cuente con una pequeña cajita de herramientas manuales para desarrollar sus esculturas: serrucho, segueta, gurbias, suela, formón, salvo el uso de motosierra en figuras de gran tamaño; explicó que la experiencia y la habilidad en las manos le permiten terminar sus piezas en el mismo tiempo que quienes usan herramientas eléctricas y sofisticadas:
Nunca me he avergonzado por lo que soy, a mi me enseñó eso mi padre, para mí esto no es exactamente un taller, para mí el taller son mis manos.
Un don que Dios le dio y una inspiración que encuentra en sus propios personajes
Ante el encargo de una escultura se documenta, si la máscara o el tema a desarrollar son totalmente desconocidos para Baltasar, éste pide al cliente una litografía del mismo; posteriormente hace sus propias interpretaciones del personaje a los que generalmente busca darles expresiones de alegría y optimismo. Sin omitir sus atributos iconográficos, al menos las más generalizadas, siempre son empleados en sus obras.
Algo que caracteriza el trabajo de Baltasar es la expresividad y los detalles que logra imprimir en cada personaje, pero sobretodo, que cada pieza es única e irrepetible:
El don que a mí me dio Dios bien precioso, voy descubriendo mi otro don para hacer los diferentes tipos de rostro.
En relación con la expresividad de sus piezas, podemos pensar en algunos patrones que Baltasar tiene bien estudiados para la realización de sus obras, por ejemplo, para los arcángeles el rostro debe ser mitad hombre y mitad mujer, los diferencia a cada uno de ellos por sus distintos movimientos, el levantamiento de una ceja o la abertura de cierta forma de los labios.
Asegura no tener una pieza favorita a realizar, todo su trabajo le gusta, aunque ciertamente lo que más ha elaborado son esculturas religiosas, destacan: cristos en todas sus versiones, arcángeles San Miguel, San Rafael y San Gabriel, última cena, San Judas Tadeo, San Francisco, San Antonio, San José, virgen de Guadalupe, virgen de la Paz, María, niño Dios.
Hay que meterle arte, ver desde dónde le corre las venas
Baltasar no se conforma con esculpir una figura con exactitud, busca imprimir la mayor cantidad de detalles que observa de los mismos en la naturaleza, de esta manera, logra darle un gran realismo a sus obras, aquí radica su arte y su principal aportación.
Se reconoce como una persona con talento para esculpir, receptor de un don por el que se siente completamente agradecido, sin embargo, no se considera un artista, tampoco un artesano, prefiere el título que su mismo oficio le ofrece, escultor:
A lo mejor lo merezco a lo mejor todavía no lo soy, yo no me siento un artista pues siento que me falta mucho; [el artesano] creo es de otro tipo de trabajo, no por importante […].
El trabajo éste es de escultor, así se debe hacer uno llamar, a lo mejor ni lo merece uno.
Una persona con un gran talento para esculpir, hace de un simple trozo de madera una hermosa figura, logrando que sus espectadores omitamos la materia prima de su obra. Baltasar lleva una vida serena, apacible y sencilla, profundamente religioso, entregado a su trabajo y a su familia, muestra un gran respeto y dedicación a su trabajo, con la misma atención, fomenta entre su familia que este oficio perdure por muchos años.