Redacción
GtoViaja!
El sonido de una campana trajo el silencio al Templo de la Valenciana. De la sacristía Rudolf Buchbinder salió, se sentó frente al piano de cola, posó sus manos sobre las teclas y comenzó a tocar la Sonata no. 1 de Beethoven. En menos de 15 segundos, en menos de 10 notas, la genialidad del compositor llegó a los oídos del público en manos del intérprete.
Con este concierto inició la serie de 7 que dará en el marco del 42 Festival Cervantino para tocar las 32 sonatas de Bethoven. “Un festín, podremos empacharnos de Beethoven”, dijo Lázaro Azar, pianista y crítico musical en una charla introductora.
Rudolf Buchbinder, considerado uno de los mejores pianistas contemporáneos, nació en Checoslovaquia en 1946 e inició su carrera a los 5 años de edad.
A la lista de 40 ciudades donde Buchbinder ha tocado las 32 sonatas completas de Beethoven, como Viena, Múnich, Zúrich, San Petersburgo, Buenos Aires, Pekín y Milán, se sumó Guanajuato con el Festival Cervantino.
La Sonata No. 10 abrió los oídos del público con un sonido claro y alegre, mientras que la Sonata No. 13 conocida como “Quasi una fantasía” lo llevó, de la mano de Buchbinder, por las aguas caudalosas de un río que en un momento reventaron con rocas, para volver a fluir hasta un remanso malancólico, casi doloroso.
En el intermedio, algunos asistentes subieron al escenario y aprovecharon para tomarse fotografías con el piano de cola Steinway & Sons y otros aprovechaban para compartir expriencias:
“Me ha transportado al cielo”, dijo uno, mientras su esposa le replicaba “A mi no me transportó a ningún lugar, sino que en mi yo, sentí esas vibraciones”.
La segunda parte del concierto inició con la Sonata No. 17 conocida como “La Tempestad”, cuya intensidad anunció Buchbinder al sentarse, tomar aire y llenar sus pulmones, para dejar caer todo el peso de su tórax, sus brazos sobre el teclado.
Como cita Lázaro Azar en el programa, de esta pieza se ha dicho que es la más dramática por el radical cambio de ánimo y que los contrastes del primer movimiento “son el resultado de la observación de Beethoven a la Naturaleza, retratando así la calma que antecede siempre las tempestades”, aunque otra suposición también citada señala que el ritmo “le fue inspirado por el trote regular de un caballero que el compositor oía pasar por delante de su ventana”. Lo cierto es que, de nuevo citando a Azar, cuando a Beethoven se le pedía que explicara su obra, él se limitaba a decirles “lean La Tempestad (de Shakespeare)”.
Si en el arranque del concierto Buchbinder mostró al auditorio la claridad, en este segmento lo llevó a la oscuridad, para después trasladarlo al ritmo trepidante de la Sonata no. 18, llamada “La Caza”, escrita en 1802 justo cuando los síntomas de su sordera se recrudecieron. Quizá por eso Buchbinder la interpretó incansable e intenso para terminar el tercer movimiento con sus brazos cayendo de lado como árboles derrumbados.
Aunque sólo por un instante, porque la pieza continuó con un movimiento más, enérgico, alegre, que dejó a quien la escuchó abierto, como dispuesto a la vida.
Lázaro Azar, salió satisfecho. A diferencia de otros pianistas que han tocado las 32 sonatas en su totalidad, lo que de Buchbinder admira Azar es ese
conocimiento tal de su obra que en este momento de su vida le permite interpretarlas de memoria y con fluidez.
“Me siento como si me hubiera tomado un alkaseltzer, burbujeante”, dijo al salir del recinto.
En la sacristía, tan generoso como en el concierto, Buchbinder se tomaba fotografías con algunos de los asistentes que se aventuraron a saludarlo personalmente, mientras su esposa lo esperaba. Tenía el rostro encendido, por el esfuerzo físico y emocional de interpretar las sonatas.
“Espero que esta emoción que tengo haya llegado al público”, dijo.
–¿Cómo se siente después de su primer concierto?
–Esa es una pregunta que no se puede responder, no se puede responder con palabras. Me siento…”- dijo, y comenzó a mover sus manos al aire, como si fueran aves liberadas.
